Se escurre lentamente,
la mano desfallecida y la garganta vencida por aquel semental. Se sienta
allí,la falda no cubre su alma y la vergüenza se marchó junto con el don que le
insartó una sor juana y tostón al oido. Cruza la pierna y las cicatrices le
lloran, las manos ásperas pintan un amarillo de atardecer, ella sonríe y traga
junto con su lágrima, un nudo en la garganta, el estómago con más langostas que
mariposas, le avisa que es hora de iniciar, fija la mirada en la puerta, cierra
poco a poco su brazos, de nuevo hace tronar su cuello contra la cama y deja que
sus pies sean sobados, la corbata le sacude el cabello y la peste a cigarro la
envicia, se levanta y arrebata su viejo sostén masticado para servirse un vaso
más de Tonayan, se acuesta y se lamenta mientras siente cómo corren las leyes
dentro de ella observa de nuevo una espalda ante su rostro, se leja el hombre y
le avienta un fajo de mugre y sudor: eran 20 de a Juárez, ella los cuenta
mientras se acomoda su coronita de flores, aquella que así más alegre su rostro
y como un Cristo con espinas, en burla la coronaba como ramera. Sólo le quedaba
esperar un político más
domingo, 12 de octubre de 2014
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