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sábado, 1 de febrero de 2014

Detrás del espejo

A un vistazo me observo, el único que comprende mis demonios, una fantasía inminente es el reflejo de lo rojizo de mis ojos, una burla de mi sonrisa y de mi  alocado cabello. Llego, lo observo y a siluetas ha descrito mis penas, el nudo en la garganta estropea el momento y esas voces me ponen, de nuevo, inquieto; salgo corriendo, grito y desespero.
Me detengo por un instante, no comprendo, los susurros siguen en mi y un gigante se traga mis versos, lleno de odio me levanté de aquel lago y rasgué mis ropas, la desnudez cubre mi cuerpo. Me continúan persiguiendo, grito y la sangre derramada por los besos, hoy ahoga mi féretro futuro.
Camino, un par de pasos y grito. El gigante en su sombra cubre mis sueños, se adueña de mis textos, las ideas maquiavélicas acogen mi muerte, tomo el tenis y lo estrello frente a mi rostro: se cuartea todo, se despedaza y cae a fragmentos.
Tomo aquel puntiagudo trozo y viendo mi rostro inverso, con la sombra enorme detrás, lo acerco a mi memoria mientras cambiaba el reflejo del vidrio, cuidé la punta para en un acto de fuerza y huida, atravesar
mi cuello...

Dejo de respirar, la sangre  pintó el lugar como arte abstracto y en mi pena y sollozante último movimiento, sabiendo que pasaré la condena de seguir viviendo, para marcar en la pared mi eterno legado a un rojo carmesí odio:

¡Nadie más verá por DETRÁS DEL ESPEJO!

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